sábado, 12 de marzo de 2011

Honor a quien honor merece

El día de hoy me ha inquietado lo concerniente al porvenir…no  mío, ni de un grupo particular, sino de nuestro país. Representan las pasadas elecciones del PRD una clara muestra de que tanto nos podemos dejar arrastrar por nuestra sed de poder. A pesar de que los contendientes –si es que se permite enmarcar dentro de un mismo objetivo personalidades tan antónimas– se mostraban de inicio sosegados y sensatos, en el transcurso, uno de estos quizás confundió los significantes de tales conceptos... o los habrá ignorado? Es menester entonces resaltar, honrar e incluso admirar el correcto obrar de quien; percatado de los desvelos de su adversario por el triunfo, no hizo uso de artimañas para alcanzar su cometido – o por lo pronto NO en su cometido primero-.

Asombro no deja de causar, sin embargo, el hecho de que alguna persona  -en propiedad de lo que para muchos es símbolo de tranquilidad- pudiese entonces llegar a soslayar su estabilidad mental, valor como persona y por consiguiente de la vida como tal -sentimientos evidenciados en sus conductas-. Motiva ciertamente a la reflexión esta panorámica que se nos presenta, sintiéndonos –por gracia o falta de ella- afligidos ante una posición que admite los colosales niveles de incoherencia  que escenifica. Esto puede también proponer, el derribar las figuras utópicas del dominicano, -sustituciones de la persona por un personaje meramente ficticio atribuidas al político– pensadas hasta por sus mismos representantes, no tomando en cuenta que más temprano que tarde conducen a la pérdida de lo verdadero –nuestra esencia como ser humano-.

Qué necesidad tan arraigada tiene el hombre que la antepone sobre cualquier virtud que deba renunciar para saciarla? Se podrá saciar?
Igualmente, este clima permite reflejar cierta analogía entre el pensar de una vasta mayoría hace pocos años y el inferido en el momento actual. A favor únicamente –o por lo menos así se espera- de nuestra población, pues se ha mostrado un nivel de conocimiento propio tal, que exterioriza en grandes escalas confianza y seguridad.

Por consiguiente, si tomáramos como base la exasperante realidad que nos acuña, daríamos cuenta el por qué cae incluso en lo absurdo aquel que pretenda idear normativas funcionales. El fulgor de lo que sería un aporte magistral a la causa opuesta, cautiva por lo simple y  preciso. Consiste el mismo en comprender que las cualidades positivas de quienes nos rodean deben siempre trascender, tanto por engrandecer a quien las posea como por seducir a quien las escuche e incitar a igualarle ó, por qué no? Superarle. Asimismo, otro motivo yuxtapuesto en la divulgación de cuestiones de este tipo, viene siendo el de preservar las virtudes expuestas -que urgen tanto en una sociedad como la nuestra-. De esta forma, el ejemplo no quedará en lo teórico profanado, sino que se personificará en cada peso bien ganado, cada justo premio o castigo, aplacando además un sin número de dolencias que afectan hoy en día nuestra nación. Las mismas, se han encargado de cegarnos muchas veces, al tratar de encontrarle origen. Y es que, nosotros permitimos que iniciaran al desoír -en vez de corregir- acciones, propuestas y cuanto elemento faltase a la verdad.

Qué verdad? Una verdad exacta, prometedora-cumplidora, una verdad… que envuelva íntegramente la República Dominicana.

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