martes, 14 de junio de 2011

Carta de una absurda


Cual aroma seductor desvelas con tu paso, volviendo mi antiguo sepulcro de fieras en cálido manantial de amor.  Este muy confiado se  agita, evidenciando cuanto anhelo el que estés a mi lado. Me alarmo- te extraño, me río- te amo.  Ahora que estás aquí, conmigo, te pido no permitas soslayar mi frenesí, su furor y menos aun la intensidad que repetidamente él me recuerda protagonizaba nuestras noches. 


Entiendo que quieras cederle tu querer a lo oscuro, doblegar tu entrega a mi ser para fundirte con el olvido y jamás alcanzar el alba. Claro que lo entiendo! No pretendo revocarte el derecho a ser infeliz, menos desear que el mismo prepondere sobre tu alma tal como lo ha hecho en tu cuerpo. Me duele escribir esto pensándote a tí… amor utópico. Pero si existieras te juro estuviera tras tuyo recordando el ayer, perdiendo el hoy mas buscando nuestro tórrido mañana.

Mañana  ideal en esta isla del Caribe, donde la humedad del mar, junto al insaciable y muy tenaz radiar del sol, se postrarían como hormigas en vitral frente a los días que hagamos honor a lo nuestro. Aquello nuestro corazón, que no fue -aunque anhele con sosiego- más que un despertar entre rosas espinosas. Bellas, muy bellas las descaradas, pero al intentar  tocarles penetran con violencia tu piel y esa sangre que desprende el pinchado por espinas resulta ser la misma que rueda sobre mí con aires de tristeza.

Bonita metáfora crearon tus besos y espléndida por demás la comedia dramática que hiciste sin quererlo –tal vez- de mis fogosos días en tus suelos. Te asombrarías si aun con todo eso, aprovechara que estás de vuelta aquí, conmigo, para rogar con el mismo éxtasis que nos arropaba cada vez: por favor quédate.”



Atte.
Quien no te olvida.