Qué otra cosa seria propia de analizar más que la búsqueda constante por la perfección? Con base en el empirismo, se puede declarar la inexistencia de la felicidad derivada a la perfección, definiéndola incluso como sueño utópico para el hombre -sin ánimos de caer en lo ego -centrista y muchos menos narcisista- .Y es que, cuan preocupante y agotador sentido se encuentra al vislumbrarse en dependencia de una idea que se figura inexistente!
Apena en sobremanera que esa búsqueda no sea ajena a la mayoría de las personas, evidenciando que todos nosotros, simples mortales, osamos apropiarnos de una virtud inherente a un único ser, DIOS. Quienes provienen de Él, los hombres, de querer conocer la perfección solo deben tratar de conocerle.Según lo planteado anteriormente, estamos arrastrados por una comunidad que refleja la incoherencia entre sus creencias y sus actos, porque la religión -sin distinción de culto- categoriza la perfección como particular del Ser Supremo.
A pesar de esto, no radica en un análisis teocentrista lo que prosigue en este escrito sino, más bien, una crítica a la verdad del hombre y su afán por conseguir atributos que le son impropios. Resulta entonces esta indagación, un acribillar constante a la estética, la ética e inclusive la lógica, que son en definitiva normativas esenciales en la vida de toda persona. Viéndolo de este modo, qué burla a nuestra inteligencia! No creen? Cómo pretender motivar a la moralidad y la virtud si la misma sociedad que nos arropa nos obliga a materializar lo perfecto, lo que lo que no puede ser esclavizado, lo soberano?
Ahora bien, que sí podríamos alcanzar? Bastante simple la pregunta, aunque no popular su respuesta, así que conviene anotar, listos? Pues podemos alcanzar algo lo suficientemente bueno como para sentirnos conformes, punto. Esto viene siendo la clave mágica para una vida lejos de las depresiones, frustraciones y dependencias a cosas que, en fin, jamás podrán llenar el vacío que causa una meta malograda. Acoplarse con un ideal factible es, además de realista e inteligente de nuestra parte, un arma que nos posiciona con cierta superioridad ante el resto de las personas que, por ignorancia algunos y pura tenacidad en otros, no descartan la ideas perfeccionistas en su diario vivir.
Los desequilibrios emocionales engendrados por la «persecución del esplendor» desatan una cadena de síntomas rastreros, que solo causan una desvalorización de nosotros mismos y nuestras capacidades, fiándose de silogismos errados que nuestra mente, casi nunca, es capaz de desmentir sin ayuda de terceros -amigos, padres, psicólogos, etc-.
Al vernos excitados por lo inmediato firmamos la sentencia de fugaz o irreal para con los productos nobles de aquello que trabajamos por obtener. Este factor puede influir en la necesidad de perfección, seguido también por los placeres superfluos del hombre -provenientes de la fama, el poder, el reconocimiento- .Se evidencia un factor que no cabe en otra clasificación que en «egoísmo, seguido de más egoísmo» o tal vez sí, existe otra categoría, quedaría más o menos como... «niveles colosales de egoísmo», pero... Egoísmo por parte de quién? si con desear placeres vanos únicamente estamos, con visión miope, anhelando un gozo momentáneo y por consiguiente evitando uno prolongado. Interesante sería encontrarle respuesta a esta cuestionante que queda abierta.
Sabiendo todo esto, queda bastante obvio que el escudriñar la perfección no trae consigo más que perturbaciones en nuestra paz interior. Tomando esto como base, al prescindir de lo innecesario y enfrentar la vida con confianza y optimismo, puedo disfrutar de plenitud en cuanto sentido me antoje. Seguro se preguntarán: Y cómo no había inferido en esto antes? Pues como se expresa en las anteriores líneas, nuestro cerebro en ocasiones no es capaz por sí mismo de desprenderse de estas creencias que traemos arraigadas de tiempo atrás.
Si inferimos un poco, daremos cuenta que este ensayo es la prueba fehaciente de que al sentirse cómodo con el proceso más que con la meta en sí de obtener algo «casi perfecto», basta para saciar nuestra sed de grandeza, resultando de esta…digámosle ecuación matemática, el placer más puro, necesario para una autoestima sana.
Perfeccionista? YO? jamás!! por eso soy feliz; y tú, puedes decir lo mismo?
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